YA HA COMENZADO

YA HA COMENZADO: ACAMPADA EN VALENCIA, Y DESPUÉS...

Recuerdo que cuando era universitario, en el año 94, participé de mi primera acampada. Fue en el campus de la Universidad de Valencia. En la Avenida Blasco Ibáñez, muy cerca del Jardín Botánico y del centro histórico de la ciudad, en los jardines que están al frente de la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. El mismo sitio donde estudié; las mismas aulas donde acudí a clase desde el año 91 al 96. Y el lugar en el que tuvo lugar una asamblea que derivó en una acampada con el objetivo de exigir que se cumpliera el compromiso político de destinar el 0,7% del PIB para la ayuda al Desarrollo. El movimiento que se inició en Madrid tuvo eco en varias ciudades de España y conformó una conciencia duradera casi hoy extinguida aduciendo, los gobiernos, diferentes pretextos para ello.
Hoy sé que desde hace unos días se ha iniciado en Valencia una acampada en el vestíbulo y en el porche de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, contra la invasión y el genocidio israelí en territorio palestino. Me siento contento, y con cierto orgullo de que sea en esa facultad precisamente, de que vuelva otra vez el activismo universitario. Me pregunto qué es la vida universitaria sin compromiso social. No lo sé. No me hubiera atrevido a llamarme universitario si no alzase la voz cuando la injusticia fuera tan grande que no fuere posible seguir adelante sin salir indemne.
Sin embargo, lo de Valencia, es todavía un caso aislado. El inicio. Es curioso que también se esté retratando en prensa, radio y televisión, así como en redes, la protesta que se está extendiendo en diferentes universidades estadounidenses y francesas, como una situación coyuntural que concierne a esos países. Y es que los medios son perversos. Si tratamos a algo como coyuntural, como quieren hacernos creer, que ese fenómeno se replicara otros países sería raro, excepcional y hasta sospechoso. Pero se equivocan: el sufrimiento es resonante, carece de tiempos y espacios. Así que, sin ser nada coyuntural, será inevitable que salgamos a las calles.
Lo haremos. Ha empezado Valencia. Le seguirá seguramente Murcia, que es donde vivo, y Madrid, y Barcelona, y Sevilla, y Granada, y Las Palmas, y Mallorca, y Salamanca, y Bilbao, y Alicante, y Alcalá, y Málaga, y León, y Oviedo, y Gijón, y Santiago, y Burgos, y Palencia, y Cáceres, y Cádiz, y ... Y las acampadas universitarias pasarán a las plazas y a los parques. Esto ha comenzado porque no nos hermanan las creencias o la moral; nos unen los abusos incontestables, las complicidades infames de los gobiernos; pero sobre todo el hartazgo, la mentira y el vacío que nos afecta como personas, y bajo los cuales han ido construyendo eso que llamamos cultura occidental. Las estrategias de la deshumanización encubiertas bajo el manto prodigioso de una eterna guerra lejana. La razón es que ya no hay miedo. Volverán las dictaduras, disfrazadas de democracia o sin disfrazar, pero volverán, pegando fuerte, pero dará igual. Y digo que no habrá miedo, porque la emocionalidad que requiere el miedo para que funcione ya ha sido mitigada, paradójicamente, por el mismo sistema que la cultiva. Hay mucha gente a la que le da igual esto que se llama la vida, así tal cual, nombrada, porque su vida se extinguió engullida por un aparato que ahora la amenaza de manera tardía. Por eso, al menos, darla por algo que nos sobrepasa, nos ofrecerá un sentido que en lo cercano no vemos ni sentimos.

Un antidisturbios vendrá a tu tienda 
y golpeará fuerte.
Y antes de que caigas al suelo sonreirás.
Y no sabrás por qué.
La sangre sienta mejor que la sertralina.
Por fin.
Pensé que estaba muerto.
Lo que son las cosas.
Que ahora que somos peligrosos
todo recobra sentido.
Incluso esta carrera.
Ahora pararemos una masacre.
O todas, las propias digamos.
Ahora nos temerán.
Ahora no podrán callarnos. 
Aunque estemos entre rejas.
Y haya jueces bien pagados.
Los habrá.
Porque somos el cuerpo desmembrado
que se ha restituido 
bajo la misma ponzoña
con la que nos envenenaron.
Seguramente un día tendremos que darle las gracias a alguien de Palestina
que por aquellos días resistía en Rafah.
Por habernos dado un lugar
para habitar nuestro vacío.
Nos miraremos y creo que sabremos
que fue verdad
que en aquel momento sirvió.
Que la vida que recuperamos
no nos cayó del cielo.

-Para la gente de Valencia que ha abierto el camino.

Murcia, 1 de Mayo de 2024.

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